viernes, 7 de agosto de 2009

En agosto se para el mundo

Llegan las vacaciones estivales, que es eso que ocurre para que tengamos calor sin abrigarnos ni excitarnos sexualmente. Y la trabajadores toman vacaciones, pues es uno de los motivos de trabajar; y los empleados en bibliotecas no son menos (aunque para algunos así parece), y también se van. Y nadie les sustituye y el servicio se resiente: el horario se reduce, e incluso se cierra la biblioteca durante el período de descanso. Los usuarios se quejan; ya está la cuestión servida.

"Que contraten a más gente" (ahora que hay paro como para parar...), que esto es injusto, que bla bla bla. No voy a meterme en este tema (creo que ya lo hice alguna vez...), ni en que se use la biblioteca para estudiar. Sino en otra cosa. La noticia dice que "Seis bibliotecas municipales echan el cierre durante el mes de agosto", y entre otros datos muestra que en Madrid hay una "biblioteca municipal por cada 119.000 habitantes". Jeje, luego que digan que Madrid es una ciudad culta y con servicios.

Ah, apenas recuerdo las recomendaciones de la IFLA, pero he visto por ahí que se requería un empleado por cada 2500 habitantes y cosas así. Sería bueno que hicieran unos Juegos Olímpicos de bibliotecas, para ver así si Madrid se pone las pilas y apoya más este ámbito socio-cultural.

Ahora me planteo una cosa: no sé si tiene que fortalecerse una buena infraestructura para atraer al público, o si la presión del público debe forzar la mejora de la situación.

Es interesante. Respecto a lo cultural, lo estimulante, lo artístico, lo cívico... la gente se conforma pronto. Claro, hay más éxito en un bar que en una biblioteca. Bueno, si fuera la segunda opción, ésa que dice que un pueblo capaz exigiera buenas bibliotecas y servicios óptimos, vendría dada por una estimulación y una concienciación que deberá partir, sin duda, del estado; porque es la educación la que cambiaría la perspectiva popular. No sólo, obviamente, la educación oficial que ofrece la administración pública, sino unos valores y apreciaciones que transmitirían de manera que, paulatinamente, las personas tomaran conciencia de la importancia de estos servicios (y de otros más).

Llegado a este punto, prefiero interrumpir aquí la cantinela, pues me estoy volviendo teórico, y, además, tampoco quiero exaltarme enfocando la biblioteca como pilar cultural, social y cívico de nuestra sociedad. Acaso, nadie lo duda, es más importante la sanidad, la seguridad ciudadana, y otros aspectos esenciales de la vida política. No por ello quiero restarle importancia a lo que la biblioteca significa, pues como no soy ni médico, ni abogado, ni profesor, no me considero el más apropiado para defender los valores de la medicina, la leyes ni la educación, pero como poco a poco voy entrando en este singular mundo profesional, al menos quiero mostrar mi opinión, aunque inmadura e inconsistente, porque así alerto de las debilidades de nuestra sociedad y, quiero pensar, pudiera considerarse el comienzo de una necesaria mejora.